Sed de ríos inmensos
la cítara estremecida
de metalurgia y alfarería,
de artesanos dedos rozando
apenas las cuerdas cautivas
en un éxtasis cosmogónico,
en un nacimiento de mundos.
Sed de planetas, de estrellas
quemando su incandescencia
de inextinto combustible
en la noche planetaria,
de rubias constelaciones
ardiendo en la inmensidad,
guiñandome su numen.
De un tamaño abrupto el estro
del rapsoda eterno clavado
en la órbita del viento,
del oracular viajero
itinerante en las cuerdas
de un insólito instrumento.
A hurtadillas por el sueño
con un séquito de vírgenes
tañendo los planetas,
ávido juglar cruzando
coordenadas y equinoccios,
sonando el misterio azul
de su interior dormido.
Ningún destino terrestre,
y una sed de océanos,
una sed de inmensos ríos
su cítara enternecida,
una sed de eternos vientos
la avidez de sonidos
de su insólito instrumento.
Ulises Varsovia