En ninguna parte de la realidad
inequívocas huellas natalicias
testificando con color y aroma,
ninguna marca o etérea señal
identificables aún en el sitio
donde el primer vagido humano,
donde los astros irreparablemente
su confluencia de haces borrascosos.
En ningún lugar los gritos
de los espíritus tribales
tremolando aún con su timbre
de auténtico desgarro gentilicio
elevado de siglos y migraciones.
¿Dónde con los pies la tierra signada,
dónde con los dedos los utensilios
gastados por nacimientos y defunciones,
la madera ritual olorosa
a generaciones de adusta prosapia?
Sólo en los cementerios terrestres
maternal con su estupefaciente.
Rígido, servil sometimiento
a las disposiciones de linfas
destiladas en alambiques terrestres;
solidaria hermandad de iniciados
sepultos en los otoñales mostos;
percusión del idioma órfico
en el aquelarre de la poesía,
y en el vino domiciliario
toda tu fe de eterno proscrito.
Toda tu libertad salvaje
en las manos del mentor de la tierra,
envuelto en su soporífero aliento,
borracho de sus besos totalitarios.
Ulises Varsovia