Como mi ser en la rompiente,
ignorados zarpan en los albores,
desplómanse y yacen en la mente,
recuerdos de barcas y pescadores.
Les conozco, idénticos en todas latitudes,
ateridos en invierno, quemados en estíos,
más que vidas, son lentas agonías de virtudes,
teniendo por compañero, mi oleaje bravío.
Cada día, cada instante navegando por el mundo,
hogar y amor, con destino incierto,
van quedando a la deriva en mi estrela sim rumbo,
cubiertos de escamas y sal del marino desierto.
Quizá sea mi cálamo de espuma demasiado leve,
mas por siempre estaré junto a vosotros,
aunquel el lúgubre canto resulte tan breve,
a pescadores, marinos y . . . aquellos otros.
El navegante sin nombre que en la corriente
los que aguardan, sufren y rezan sin verte,
a quienes cobijo en mi líquida yeterna mortaja,
porque Soy el que rige esperas, penas, . . . tu propria muerte.