¡¡ Allí está!! — gritaron.
La jauría de perros se enraciman
en el cuerpo,
con.dentelladas feroces,
en despellejos rojizos.
Después de aquel tañido de huída.
fué cazado sin piedad.
Desfallecido,
rota la carne y el alma,
¡¡ muere en aquel cristo moreno,
un sueño de libertad!!
Los perros patilargos
siguen ladrando,
mientras el látigo surca,
espaldas, piernas y brazos.
El regreso es muy penoso,
mientras sueña la campana,
las caídas menudean,
su congoja es tan profunda,
que se apreta a las cadenas,
rosario de su pecado,
de su sumisión y condena.
Llega a la Hacienda,
maniatado de un madero que suporta
sobre hombros y cabeza.
No oye la arenga del Amo,
ni siente el flagelo en la piel,
el cuerpo está tumefacto,
inconsciente en la pared.
Dentro de aquel cafetal,
rodeado de algodón,
bajo un cruel destino
¡¡ muere en aquel cristo moreno,
un sueño de libertad!!