para que ese río subterráneo,
para que esa corriente eterna
con su caudal de silenciosas piedras
murmure aún su húmedo canto
de misteriosas sílabas rupestres;
para que las calladas paredes,
de su silencio pétreo estremecido
una chispa de mineral sabiduría
arda como la yesca en la oquedad ciega
e inflame el vacío de su idioma crujiente;
para que el frío de invisible trama
cristalice en sus ásperas aristas
y detenga en el aire todos los vuelos
quebrantando el espacio sepulto
con su rigor de asceta implacable...
Hermanos poetas, para que algo,
para que algo bajo la tierra
quiebre la dura verticalidad
de esto pequeño dios hecho hombre,
de este minúsculo ser deificado...
Sí, para que la estalactita continúe,
para que la piedra austera solloce,
para que el frío tienda sus redes,
para que esa corriente eterna fluya,
para que el agua cante, cante, cante.