contar los granos de la arena mía.
Ya esa virgen nocturna de serena
vestidura lunar, túrgida y llena,
pregúntale si el mar que la veía
despedirse llorando en mi memoria,
escribió por la arena aquella historia
con su pulso de espuma, triste y suave...
¡Tú también, corazón, ve a la ribera,
y con voz de esa brisa que te oyera,
pregúntaselo al mar, que el mar lo sabe!