En ese huerto se apila
el piño de cabros sueltos:
Alira, Tito y Roberto,
Marta y Violeta, a la siga;
niñitos, Dios les bendiga,
se pierden en las hortensias,
jazmines de preferencias
perfuman su manantial,
jardín, el más celestial
nos estrujó la consciencia.
En ese huerto glorioso
bramó la chiquillería
con immortal gallardía
por cuadro tan venturoso;
tan elegante y gracioso
como jamás conocieron,
porque las veces que vieron
el jardín de la Totito,
sería por un hoyito,
por permisión de los cielos.
Mas vale que nunca hubieran
dejado esa entrada aabierta,
porque soñando despierta
m´encaramé en una higuera,
sostengo la regadera
empiezo a llover de arriba,
mojando una siempreviva
que hace dos mil tititones,
por los graciosos chorrones
que de lo alto caían.
Después mu subi a un castaño
gateando valientemente,
le sacudi los pendientes
que luce una vez por año,
cayeron como rebaños;
y siento el corazón
pinchándome un agujón
ao ver mi sitio pela´o
sin ni siquiera una flor.