Soltadme por favor
las manos con que Os escribo.
Dejen los electrodos para otros menesteres.
Pierden Vuestro tiempo
en detenciones preventivas.
No me hagan cosquillas con sus vainas.
Para qué me persiguen si aquí estoy
dispuesto a digerir plomo cerrado.
Me confundo con elocuente delgadez.
Las debilidades las escondo en distintos
alvéolos.
Mi peor enemigo
lo mencioné en el último interrogatorio:
soy yo mismo.
Las vísceras escasean en el rigor de la estatura
o sea la línea cada día más curva que soy
que me hace esquivo.
Sin parapetos, meandros, camuflajes
me presento
si así lo requerís. A quemaropa.
Ráfagas que enriquecen si te pones a ver.
Balas de oro para mi corazón insomne.
Dejad por cierto el cuchicheo satelital
estamos acostumbrados
al inalámbrico telepático.
Si gustan graben sus insultos
idénticos a los que escucharán en el infierno.
De frente Os prefiero
aunque conozco de Vuestra recurrencia
a las espaldas.
No me toquéis Cuchillos Oxidados
Crápulas Insignificantes
Ratas Famélicas del Desierto
Melancólicas Agujas entre las uñas
y las otras. En Mayúscula.
Si aceptáis un consejo de amigo
para dañar prefieran olvidarme
Y ni así.
¿Vosotros me entendéis?
Nunca diré que Os odio. Lo aseguro
No padezco de esas virtudes.
No las practico. No me las sé.
Ni por bueno o genuflexo. Que va.
Nada más extraño a mi temperamento
cual renal insuficiencia
provechosa calculo.
A la visconversa:
en mi casa aprendí
que lo que más duele es el amor.
Bendito soy.
En estas circunstancias me tomaré un trago,
tal vez dos, si el protocolo así lo requiriese:
"uno es bueno dos es mejor
tres es malo cuatro es peor"
a Vuestra salud
mientras Os observo en su jaleo
de chismes computarizados
muerto de risa.
Prepárense para su entierro
claveles marchitos, cirios de dinamita
solos de compañía.
Os miraré desde mi desnudo escondite.
Sin alegría, eso sí,
para no acercarme a lo que Sois.
El rencor envilece
el perdón olvida
el que odia se enturbia
el que ama sonríe o llora su savia cristalina.
Recojan los enseres para la tortura
quítense los anteojos de sol
tras los cuales supones esconderte
de mi asombro.
Todos tú eres idénticos de tiniebla.
Convénzase muchachos:
nadie me borrará. Soy invisible.
Ninguno escribirá mi epitafio.
Júralo hijo mío. Te lo encargo.
Tú que serás mi amor y mi castillo
para siempre.
Allí te dejo ese peso hacia arriba
un ancla que te pueda hacer libre.
Ojalá.
Leandro Area
Do livro: "Exceso de Presente", Publicaciones del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad Central, 1998, Venezuela