En el centenario de su natalicio
Hace un siglo eras tan pequeño
como una semilla,
Señor de Alma de Niño.
Hoy te paseas por mis pupilas
cabalgando airoso en Morito,
que aprieta su paso,
feliz de su noble carga.
Vas a conquistar el fuego
con Prometeo y Manui.
Marchan a tu lado
Quetzalcoalt, Caupolicán,
Ollantay, Samba Gana,
escoltando tus sueños.
Siempre maestro,
no de uno, no de dos,
si no de todos.
Como semilla germinaste,
portentoso Roble,
centenaria Ceiba,
frondoso Almendro
de cuyas ramas llueven cuentos.
Creíste en nosotros,
Hombre de Alma de Niño.
Aunque noventa años nos separan,
desde mi ensueño pienso en ti.