(Fabio Herrera, Figura, 1986)
Abandona el sueño para entrar al día,
cierta claridad pura al final de un pasillo,
ante el ojo, el polvo en el aire,
el aire apenas en movimiento,
la ventana y, más allá, charcos, ramas...
En alguna parte, lejos,
oscuros y secretos sacrificios:
pequeñas bestias arrojadas a las llamas,
niños abandonados bajo la lluvia.
El agua ahora refleja un eco antiguo,
moja la mano, los labios;
regresa cada cuerpo de su sombra,
cada sombra de su borde,
afean el sabor de las frutas,
empañan los vidrios,
dispersan lo recolectado.
***
(Fabio Herrera, Pensamiento, 1995)
¿Y este insecto atrapado en el ámbar?
¿Qué agua ancha cruzar para demoler
el tiempo, su evidencia? ¿Qué
consuelo encontrar en el ajeno temblor,
el ajeno deseo, bajo esferas, bandadas?
¿Y este dios caído entre hojas secas?
Los pies se hunden en el suelo blando,
luego de la tormenta, arriba,
el cielo, que no se despeja.
¿Cómo medir cuanto se extingue,
las especies, las horas?
En una pizarra, marcas apenas legibles.
Un palo semienterrado en el lodo.
Aparece el sol, ilumina una mínima porción,
el resto, sustancia que no circula,
permanece quieta, entre piedra y piedra.
***
(Fabio Herrera, Figura, 1993)
Queda astilla de piedad, polvo
de gracia, fragmento de un ala, casi ciega,
metal que no imanta, voz
que huye hacia abajo,
donde se retuercen, aisladas, las raíces.
¿Quién vive? ¿Quién
es visible, tras sábanas,
trasiegos? ¿Qué
alcanza brote, pulpa,
rama?