Oigo agrio silencio por el revés de la piedra.
Culpo al agua, al desnudo,
al pie que se sumerge,
al remoto humo que en casi muerte se desvanece.
¿Quién tapió el jardín,
poseyó hasta hacer cenizas
aquello que debía fluir,
transfigurarse, hablar en lenguas?
Carlos Barbarito
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