A pesar de la vejez, encuentro caminos nuevos,
Inexplorados sentimientos de gratificante punción,
Con el augurio de la eternidad
Y el recuerdo del fugaz olvido.
Por eso he llegado a un acuerdo
Con la señora del rostro infinito
Para representar,!oh!, por última vez
Este, mi teatro kabuki.
Guié el timón de mi vida
Tras la búsqueda de ballenas blancas
En abovedados océanos mercurianos,
En sabrosos viajes de dudoso final.
Llego pues, junto a ti, mi amigo trajano,
Para cederte lo más preciado.
Lo reconozco, sí, de toscos colores
Pero de cálido epitafio.
Este, mi cuidado ataúd,
Ataúd envuelto en brumas.
Ataúd, desde el viejo pero no coartado,
Llamado desde lejos, querido monte olimpo.
Alberto Couto Díaz