Vuelo...
Y porque vuelo te quiero,
y porque te quiero los altos y cúspides
momentos
han tocado nuestros extremos.
El aliento se esfumó en las sombrías
horas...
El sudor empañó los cristales y
nuestras almas
se esfumaron en el abismo.
El día giró.
Dio las vueltas precisas y exactas.
La pirámide del amor creció,
tan alto que se torna inexplícito.
Los cuerpos se retorcieron,
allí,
ensamblados,
rabiados de pasión,
alocados de furor.
Y la tarde ya ha muerto,
para comenzar así otra...
y otras...
Regresa pronto.
El tiempo espera.
Yo,
te espero,
hasta el fin de mis días.
Silvana Barrales