Los momentos de egoísmo,
injusticia y miseria,
hacen que el supremo valor
del testimonio de la verdad,
yace de valor para perturbarnos.
La verdadera relación
entre hombre y hombre,
nos obliga a reexaminar,
concienzudamente, el problema
básico que nos persigue
en formas diferentes.
Perdonen mi blasfemia;
doy mis sinceras apologías
a los perversos en exceso…
a los de experiencias depuradas,
como a los fanáticos de venganza.
A quienes insisten en resaltar
tractos religiosos, los incrimino,
porque de ellos está lleno el mundo;
si sienten que he tomado su nombre
en vano, se equivocan.
Sufro prolongada reclusión de ideas
independientes, incorruptibles,
en asuntos intelectuales;
así como los límites de la
libertad de expresión.
Me he influenciado de muchas maneras
y me revolcaré en mi tumba.
Esta motivación no es para
seccionarlos ni es para alabarlos.
¡Sólo quiero morir en paz…!
Marel Sosa