Todos andan especulando
sobre la muerte de El Poeta, el tipo más feo que ha parido madre,
pero solo yo sé el verdadero motivo. El Poeta era un romántico
incurable que tuvo la mala suerte de enamorarse de Karla, que llegó
a nosotros brillando como si de golpe se hubieran abierto todas las ventanas.
Si de veras existe Cupido, no sé a quién iba destinada la
flecha, pero dio en El Poeta. Ella al principio protestó con tantas
miradas, tantas rimas, tantas flores, pero terminó resignándose
al acoso callado, acostumbrándose de tal manera a su presencia que
lo consideraba una sombra adicional.
Pensé que todo
terminaría cuando decidió casarse con el futbolista, pero
en la puerta de la iglesia comprendió que no podía amar a
otro que a su tímido perseguidor y corrió a decírselo.
Cuando ella terminó de hablar, él suspiró y dando
la espalda huyó. Luego llegó la muerte. “Murió de
amor... murió de mala suerte... lo mató la borrachera”, vienen
murmurando...
Sólo yo sé
que no pudo soportar ver hecho realidad su más preciado anhelo y
me dejó escapar en aquel suspiro. Me quedé mirándolo,
sin saber qué hacer. Entró al bar más cercano, allí
trató de beber hasta llenar el vacío que se le había
formado por dentro. Esperé a que la embriaguez avanzara y aproveché
para decirle quién era, pero no pudimos lograr que volviera a ocupar
mi lugar.
“¿Qué
va a ser de mí, que solo he sabido amarla?”, me interrogó,
“¿Cómo me curo ahora esta ausencia de amor?”
No siempre se tiene
la respuesta... Decidió preguntarle a ella, que ya venía
en su busca, apenas tenía que cruzar la calle para llegar a su encuentro,
pero su destino le hizo caer entre las ruedas de un camión que pareció
surgir de la nada, cual mole apocalíptica... Después vino
la funeraria, Karla viuda sin haber sido novia, yo adorándola en
silencio, lo único que he aprendido a hacer en los años en
que fui parte del bardo desvencijado.
Ahora, mientras veo
con rabia como el mejor amigo de El Poeta se acerca a consolarla y aprovecha
para pasarle la mano sobre los hombros, repito que todos están equivocados:
Al Poeta no lo mató la borrachera, ni el camión, ni la falta
de suerte, no murió de un exceso de amor...
Murió de desamor,
vacío de Karla como cáscara hueca, y me ha dejado a mí,
su alma, en esta eternidad de desconsuelo.
Marié Rojas Tamayo