EL MUSICO
A los cinco años, Dito ya tocaba el piano en las fiestas familiares, tocaba para las visitas en las tediosas tardes de invierno y también tocaba para los vecinos que lo admiraban.
Estudió música y se dedicó a este arte siguiendo los caminos de su sensibilidad. Con menos de 17 años, ya profesor graduado, tocaba todos los ritmos, sobre todo música clásica, pero como todos los chicos de aquella época, formó con algunos amigos un cojunto de música beat, muy de moda en el final de los años 60, esto no impidió que siguiera amando a Juan Sebastian Bach, aquel musico alemán que nació en Eisenach en 1685 y murió en Leipzing en 1750.
Bach se destaco por sus extraordinarias ejecuciones en organo y también por su exepcional talento de violinista. De la sucesión de los datos biográficos apenas se vislumbra la intesidad de su vida, transcurrida en los limites de una escala burocrática, aceptada por Bach con alto sentido de su misión y de sus deberes de “ empleado” de la música. En esta torturante y continua sujeción de Bach a la burocracia de las Cortes y de los Consejos Municipales reside el drama de su vida en la que obtuvo premios por sus cualidaes de ejecutor y de técnico, pero no los que merecía por su talento de compositor. Su vida es el drama e una sociedad despiadada y heroica, por mucho tiempo destinada a la incomprensión. Aunque parezca imposible, la colosal obra de Bach no interesó a sus contemporaneos. Solo un siglo después se tomó en consideración la amplitud de su obra que atraviesa e ilumina toda la gigantesca producción del gran músico alemán.
Dito con su conjunto beat, despertaba el asombro de las muchachas y muchachos de aquella época al desgarrar acordes fantásticos de su organo, “ toca como los dioses ” comentaban eufóricos los fanaticos seguidores de su conjunto.
Era un músico completo, ejecutava todas la músicas y el tango siempre estaba presente en las noches de copetín. Pero su pasión era tocar música clásica, tocar Bach, Schubert, Chopin, Betobheen...
La guerra de Vietnam, cruel, injusta y absurda caló hondo en su alma y se plegó al lema paz y amor. Hacía música, componía, ejecutaba y sobrevivía dentro de una sociedad que tenía en los sectores del poder un proyecto militarista que terminaría envolviendo a toda la población, pero para él la música era el arma más poderosa para la conquista de la paz y la justicia.
Aquella noche, que tiempo después sería conocida como la noche de los chacales , había acompañado a Alberto Marino un gran cantor de tangos de Buenos Aires.
Despues de la velada, en una acción insolita los esbirros, chacales de la dictadura, lo secuestraron, estuvo meses desaparecido, mañatado, encapuchado y torturado salvajemente dia y noche, noche y día...
Al estar tantos meses con los ojos vendados se le agudizaron los otros sentidos y ya reconocía a su torturador por el timbre de voz y por el olor de su cuerpo...
Años después, sobreviviente de esa pesadilla, se lamentaba de no poder tocar más musica clásica ya que el torturador se había ensañado tanto con sus manos que le había perjudicado los movimientos para siempre. Para tocar musica clásica se requiere una gran elasticidad ya que los acordes son complejos sonoros resultante de la emición simultanea de tres o más sonidos de frecuencia diferente.
Pero lo peor estaría por venir y fue aquella tarde de invierno cuando compareció a una reunión de padres en la escuela que concurría su pequeño hijo, al sentarse sintió un olor familiar, cerro los ojos y reconoció en el timbre de voz del hombre que estaba sentado a su lado, al energúmeno que lo torturara todos los días con extrema crueldad, especialmente en sus manos y por los agujeros de su nariz volvió a entrar el olor particular del cuerpo de su verdugo. Un sudor frío le recorrió el cuerpo, la angustia le oprimio la garganta, aparecieron piedras de fuego en su estómago, se descompuso, corrió al baño y comenzó a vomitar...
Héctor Pellizzi